La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.
La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

martes, 31 de diciembre de 2024


 Les papillons féroces. (roman)


"(...)Des pages pleines d'univers parallèles qui vivaient tous ensemble, en même temps, à peine contenus par les couvertures fermées. Il suffisait alors d'ouvrir l'un de ces portails et de jeter un coup d'œil dans l'univers mystérieux qui l'habitait, de se peupler de ces fantômes hallucinants et de parcourir les rues de ces innombrables mondes imaginés par d'autres esprits et qui deviennent nos propres rêves, nos idéaux, et qui vous donnent de la force et de nouvelles idées pour affronter la vie.
Tout cela, elle le leur expliquait patiemment autour d'un thé, en tartinant le pain de beurre et de marmelade d'orange. La marmelade d'écorces d'orange, sa préférée.
Puis elle prit un volume sur l'étagère : « Le comte de Monte-Cristo ». N'est-ce pas étrange - a-t-elle commenté - que ce soit justement ce que je lisais ce jour-là ? C'est ce qu'on appelle la justice poétique."(fragment du chapitre 24 " le premier livre".







Les livres, mes amis les plus anciens et les plus sûrs, ne peuvent être séparés de mes textes. Dans ce roman, ils jouent un rôle essentiel, ils marquent le début de la prise de conscience, ils sont le creuset où se trempe le courage de Catherine et le guide spirituel qui la conduit sur le chemin de la justice et de l'honneur. La Justice avec une majuscule, non pas la légalité variable des sociétés, mais une autre justice, à l'état pur, celle qui se niche dans le cœur de chacun de nous et qui, si nous la laissons s'épanouir et si nous apprenons à écouter nos voix intérieures, nous parlera d'une voix claire. Inéluctable.
Un roman étrange et original qui ne vous laissera pas indifférent.

Achetez-le sur Amazon
 

 




 

El vidrio empañado

(novela)

Jacqueline Sellan Bodin



III 

Catalina dio sus primeros pasos debajo de ese retrato ovalado en el que su padre, con la mano apoyada sobre el hombro de su reciente esposa, miraba hacia la sala, severo e impaciente.

Catalina pestañea sobre el terciopelo de sus ojos y se aleja del retrato temido, en su vestido color frambuesa. Recorre el largo y oscuro corredor, interminable y poblado de puertas, siempre cerradas.

El sonido inseguro de sus pasos se apaga poco a poco tras ella, en la oscuridad del pasadizo, y ante sus ojos, el jardín irrumpe en una bocanada de perfumes, surge de la tierra, brotado repentinamente a sus pies: ahora sus pasos suenan menudamente sobre las arenillas blancas del sendero entre los rosales.

Tras ella, el reino de la casa, de la ronca voz, cortante voz, cuchillo escarcha afilada que hace correr escalofríos a lo largo de su columna vertebral, a lo largo de la médula profunda de sus huesos, desde la frente honda hasta la planta del pie delicada y sensible, la casa oscura en la que aún vibran los ecos de enloquecidas carcajadas que se filtran por los resquicios de las puertas cerradas, de las ventanas cerradas, de las cortinas cerradas, el oscuro miedo, el dolor polvoriento, el corazón morado bajo las venas enredadas.

En el jardín en cambio todo es color y el polen arma castillos de aroma y las mariposas escriben las palabras mágicas que harán retroceder los maleficios.

A lo lejos, Catalina ve agitarse en el viento el vestido malva de su madre y se detiene petrificada. Junto a ella las mariposas se transforman en gusanos con alas, el polen huele a humedad enmohecida y el aire trae resabios de carcajadas despavoridas; dándole la espalda a la luz, echa a correr hacia la casa.

(Fragmento del tercer capítulo)


Las rosas son las flores favoritas de mucha gente, (las mías son las amapolas) pero las rosas  tienen una carga emocional por lo aromático que resulta caminar entre rosales. Ese aroma que desde niña me traía la promesa de la primavera. De nuevos comienzos. Así para Catalina tal vez caminar entre los rosales en flor le hacía olvidar la oscuridad de la casa,  la brutalidad a la que su infancia estaba sometida. "El vidrio empañado" es una novela donde lo siniestro y el ensueño se confunden, donde el amor se agazapa detrás de los espejos mientras éstos reflejan la crueldad y el crimen. 

Un libro diferente donde encontrarás poesía, drama, amor y desamor, muerte y nacimiento, ensueños y soledad. 

Cómprala en Amazon o escribiendo al +56 949878925. 

  









Que este año comience con toda la energía, que la creatividad florezca y se derrame sobre todos ustedes, mis amigos queridos.


 

lunes, 30 de diciembre de 2024


II


"Unos chayotes crecen a orillas de la calle central en la que ahora se amontonan los muros demolidos por el terremoto.

Y los ratones corretean entre las ruinas.

Aunque no sólo las ratas, también algunas zarigüeyas se han aventurado entre los matorrales, y un zorrillo, un día, vio cruzar la antigua carretera.

Los perros vagos se han vuelto completamente salvajes y sus jaurías pelean contra los chacales que se adentran hasta la periferia de la remota ciudad.

Pedro Adán mira, con inconsciente tristeza, la calle de tierra que se derrite al soplo del viento. No sabe que eso que siente se llama depresión, para él es el modo normal que tiene la vida.

Adán, qué idea absurda la de su madre, ponerle un nombre tan predestinado y que él se complacería en desmentir. Porque sería estéril. Como se había vuelto estéril poco a poco la ladera que lo llevaba al norte de la población; de lo que quedaba: los despojos de la ciudad. El sitio donde se amontonaban antaño, desordenadamente, los puestos de vendedores de toda clase de productos, hoy es un peladero bordeado de escombros. Y porque, lejos de ser el preservador de la raza humana, será precisamente todo lo contrario." 

(fragmento)

LA CUSCUTA, novela.   
Jacqueline Sellan Bodin




En esta novela de ficción apocalíptica, no podían faltar los terremotos. Hija soy de este Chile convulso que acostumbra desenroscar sus anillos de vez en cuando. Y, porque si bien las catástrofes producidas por el hombre (guerras, virus de laboratorio, tecnología superior  a la inteligencia media) suelen ser tremendas y devastadoras, pueden ser contrarrestadas con la razón o la fuerza. Los terremotos, en cambio, son imposibles de detener, prevenir o revertir. Nos sacuden sin atender a privilegios ni rangos. Su destrucción viene de una fuerza cósmica, nos descubren nuestra pequeñez e indefensión frente al universo. En lo que escribimos siempre nos ponemos a nosotros mismos. Nuestras experiencias y anhelos, sueños o deseos. Y los paisajes que nos habitan. Si embargo, en esta novela, curiosamente, que roza la ciencia ficción, no han sido mis paisajes del sur de Chile los que aparecen. Mis lectores de mi querido Zitácuaro podrán reconocer allí, seguramente, el diseño de sus calles, la carretera que va a Toluca con sus cerros escalonados, y los exquisitos chayotes, que, aún en medio de la destrucción, crecen al borde de las cercas. 

Cómprala en Amazon o en pdf escribiendo a i WhatsApp: +56 949878925

 

domingo, 29 de diciembre de 2024

 




La cuscuta

(NOVELA)

  I


"A media altura en la ladera se eleva la casa construida con barro, piedras, botellas de vidrio, fierros, platos rotos y otros objetos en desuso. En torno a sus paredes crece apretadamente una huerta frondosa que se inclina bajo el peso de sus frutos. Está por terminar la estación seca y ya se forman, en el horizonte, algunas nubecillas violáceas que se diluyen sin precipitar, y el cielo vuelve a tener esa inmutabilidad de estampa veraniega. Pero la humedad se puede oler en el aire y se nota que pronto comenzarán a caer los copiosos chubascos estivales. La casita tiene una extraña forma; no es ni redonda ni oblonga, ni mucho menos cuadrada. En realidad, nada es cuadrado o regular en ella, ni lo es tampoco el cercado vegetal que rodea el terreno, irregular también en sus altibajos, lleno de hortalizas y flores, mezcladas y combinadas, y recorrido por la línea serpenteante de un camino de piedrecillas claras. 

Esta extraña casita había logrado resistir al éxodo y al abandono. A su alrededor, las cumbres se alzan, altivas y solitarias, cubiertas por una leve muselina de nubes, como novias agrestes. A esta hora, la más dorada, cuando el sol es todavía una caricia y no una quemadura, Alexia se pasea, como cada mañana, entre los frutales. Nadie, al verla, podría imaginar que más allá de ese pequeño y encerrado paraíso, más allá de ese remanso entre las montañas, lejos, hacia donde lleva la semiderruida carretera que conserva apenas algunos trechos quebradizos de pavimento y que baja a tropezones hacia el valle, se extendió no hace mucho la terrible animalidad de una urbe llena de ruidos y de aullidos y de miseria, demostrando, una vez más, la inutilidad de los esfuerzos citadinos por enfrentar las catástrofes."


Así comienza "La cuscuta", novela apocalíptica inspirada por la reciente pandemia y la sicosis que se creó en derredor. También está inspirada en la construcción que estábamos llevando a cabo, Jorge y yo, de nuestra futura casa, "hecha de barro, piedras, botellas, y otros materiales en desuso". El proyecto quedó a medias cuando mi compañero enfermó, pero la novela siguió su curso y culminó en este texto, "La cuscuta", que pueden encontrar en Amazon. También en pdf escribiendo a mi WhatsApp: +56 9497878925






 

jueves, 26 de diciembre de 2024

 En el jardín botánico


 

 


Avellanos con sus flores de filigrana. Una luma de frutos blancos. El chilco con la cabellera morada remojando en la corriente. Un martín- pescador se hunde en el agua como una pedrada y vuelve a salir como una flecha.

El paisaje es de esmalte verde y azul. Algunas pinceladas de rojo o de aromas dulces.

Al pie de los troncos serenos, un amasijo informe de botellas vacías y vasos plásticos rotos.

Un grupo de abejas parlanchinas liba las últimas gotas púrpura y luego, dando tumbos, equivocan el camino a casa.

Terminan durmiendo la borrachera sobre la seda blanca de la azalea.


(De "Pequeñas voces olvidadas") 

En Amazon.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

 

 


En una noche.

 

Me paso así las horas, sintiendo la caricia del sol. Primero, por el Este, asoma el astro de luz y me despierta. Dormir, lo que se llama dormir, nunca duermo. La noche transcurre en un largo duermevela. Cuando hay luna llena, no. La luna me desvela. Pero cuando sólo hay nubes o estrellas, entro en una especie de entumecimiento parecido al sopor o a la muerte.

Entonces amanece, y, antes que la claridad rompa del todo el gris profundo de la madrugada, los cantos de los pajarillos me conmueven con un recuerdo de nidos. Es un recuerdo imposible. No conozco los nidos. Quizás están inscritos en mi ADN los nidos que conocieron mis abuelos.

Y ayer, desde temprano, las sentí sobre mí. Desde lo alejado de mis pies hasta lo más alto. Un cosquilleo incesante, primero, recorriéndome.

Y luego comenzaron a cortar mis hojas, las mayores. ¡Ah! ¡Si tuviera una voz! Pero he nacido sin ella. Y después las más nuevas, las pequeñitas, las que aún no habían tenido tiempo de abrirse a otear el horizonte. Las cortaron. Las cortaron sin piedad. ¡Ah! ¡Si hubiera tenido una voz, cómo les gritaba, les decía que no, que se vayan, que me dejen en paz! Se las llevaban a la espalda sin más, como si tuvieran derecho, seguras de mi indefensión, de mi impotencia.

A veces el viento me presta su balanceo y me hago a la idea que me muevo, pero no, nací sin movimiento, y estoy anclado al suelo pardo y aunque mis raíces pueden crecer y ahondar las rocas y alargarse varios metros bajo tierra, a la vez me encadenan a estar inerme bajo las amenazas y los castigos.

Así fue cómo se las llevaron. Una por una. Pedazo por pedazo. En filas incansables por mi tronco, ayudándose unas a otras, esa tribu de hormigas que hasta ayer yo creía mis hermanas, como es hermana la hierba y el manzano a mi lado y el chascón sapindus recién nacido.

Y ¿qué es un olivo sin la recia verdura de sus hojas? Una simple arboladura gris que casi se confunde con los leños muertos caídos a mis pies.

En una sola noche de insomnio y pesadilla.


Del libro "Pequeñas voces olvidadas"

Está en Amazon. O en pdf, al +56  949878925







 


 

martes, 24 de diciembre de 2024

 


La naranja.

 

Cuando mi tía volvió de un viaje a Francia, vino a visitarnos. Allá la habían llevado a conocer un salón de té perteneciente a una cadena que marca geográficamente la ruta del té, es decir, la ruta que seguían los comerciantes de té del tiempo de Marco Polo, desde China hasta los diferentes centros de comercialización de Europa. En ese salón había comprado la preciosa caja de té que traía de regalo, un té negro, de hoja larga, adicionado con flores de Afganistán.

Mientras tomábamos el perfumado brebaje, después del almuerzo, nos pusimos a leer el catálogo que venía junto con la cajita. Té a la bergamota, té a la cáscara de naranja, té de hoja entera, té fermentado de diversas maneras, té con jazmín, con rosa, con granada. Flores de té. Cajas de té que eran a la vez cajitas musicales. El libro del té. La suerte en las hojas de té. Juegos de té, con teteras primorosas y primorosas tacitas.

Y una cosa lleva a la otra. Comenzamos a hablar de perfumes y jabones artesanales.

De los jabones pasamos a los licores. Alguien propuso hacer licor de naranja, y puesto que el hierro hay que golpearlo en caliente, partimos de inmediato mis  hijos y yo para el supermercado. Mi hijo mayor en ese tiempo pasaba del tema. ¿Quién iba a decir que hoy dedicaría su tiempo libre a fabricar licores medicinales?

En el súper compramos aguardiente junto con las naranjas más hermosas que he visto en toda mi vida: grandes, parejas, de un naranjo intenso, de un grano fino, perfumadas, pletóricas.

Llegamos a casa, lavamos algunos frutos y los cortamos en rodajas, que luego pusimos en un frasco grande con el aguardiente en un sitio oscuro. Y a esperar.

 Nos habían sobrado rodajas, así que decidimos tomar té negro con naranja; pusimos el agua a calentar y preparamos las tazas.

En el instante de  sentarnos a la mesa, oímos tocar a la puerta. La mayor de mis hijas fue a abrir. De inmediato volvió diciéndome: Una viejita que pide limosna.

Tomó un pan de la panera y en el momento de ir a llevarlo, tuvo como una inspiración: ¡voy a llevarle una naranja! – exclamó entusiasmada.

Desde nuestro puesto en la mesa escuchamos a la viejecita agradecer el pan con educación aunque sin gran entusiasmo. En cambio, cuando recibió la naranja, su voz pareció iluminarse: “muchas gracias, hijita, que Dios te cumpla todos tus deseos. Ya está por llegar la primavera, ¿verdad?

Entre nosotros se hizo un silencio.

Esa es la magia de los actos o situaciones inesperados, de las cosas que parecen inútiles, al menos no utilitarias, pero son realmente las imprescindibles. Las que nos hacen soñar, y durante un instante, fugaz e imperecedero, somos parte indisoluble de la primavera.



De "Cuentos escritos bajo la lluvia".

En Amazon



lunes, 23 de diciembre de 2024



Para todos mis amigos, un enorme abrazo.


Nuestros ojos no miran hacia adentro, no nos hemos visto nunca a nosotros mismos, nuestra voz resuena en nuestros oídos muy distinta a lo que es en realidad, nuestro cuerpo todo está hecho para los demás: para abrazar, para mirar al otro a los ojos, para decir palabras, (ojalá de aliento), para hacer cosas por los que amamos. Ojalá nunca nos olvidemos de esa verdad en aras de las múltiples mentiras que flotan a nuestro alrededor, de las mentirosas voces que susurran: ámate solo a ti mismo, no generes vínculos duraderos, no tengas apegos ni seas nunca confiable. Ojalá nunca oigamos esas voces engañosas que quieren alejarnos de nuestra verdadera esencia. Estas fechas, tan entrañables, tan de recuerdos de cando éramos confiados niños que esperábamos ansiosos la llegada de un ser mítico que era más importante que el posible regalo que traería, estas fechas de amor ojalá nos recuerden esa tan imprescindible verdad: si bien la verdad nos hace libres, el amor es, indudablemente, lo que nos vuelve humanos. 

Jacqueline Sellan Bodin


 

 


PROFUNDOS ARENALES

 

 

Profundos arenales,

donde cada paso me hunde

donde se alzan remolinos que me envuelven,

para siempre cegándome...

 

Arenas de la memoria,

donde la flor florece un día

y al otro ya marchita

encerrada en la muerte

para siempre...

domingo, 22 de diciembre de 2024


"Catherine observa los picachos lejanos y altivos, los valles lentos donde la claridad cae vaciada desde la copa de la altura, mira el universo todo que se abate a sus pies.

Mira desde lo alto, retadora.

Aspira a pleno pulmón el aire demasiado puro de la cumbre. Una bocanada de hielo llena sus pulmones y le produce un escalofrío de vértigo repentino.

No obstante, no se deja llevar por esa sensación; cuadra los hombros, alza la frente. Apenas se apoya ligeramente sobre el bastón que lleva como con desgana, no para ayudarse a subir sino como un símbolo de poder, para reafirmar su decisión.

No, nunca volverá a sentirse inerme, nunca volverá a sentir miedo de nadie.

Extiende la mano, con la palma hacia abajo, sobre los acantilados y jura, ante la naturaleza bravía, ante los árboles mudos y el viento rumoroso, ante las rocas milenarias y heridas por la escarcha, ante las crestas blancas de los cerros, ante el universo de cumbres y cascadas que se extiende allá abajo, jura, que ha llegado la hora de la venganza."  



MARIPOSAS FEROCES, (novela). Cómprala en Amazon

También al WhatsApp: +56 949878925


 

lunes, 16 de diciembre de 2024


El crujido de las hojas.

(novela)

Jacqueline Sellan Bodin



 "(...)Un perro husmea y ladra. Al final del baldío, las luces de las ventanas asomadas a las casas de la nueva población, alzan un faro tembloroso en medio del chubasco que ya se ha soltado y lo empapa copiosamente. El agua chorrea por su pelo y le enturbia la vista. Intenta correr; el bastidor se lo impide; es más grande de lo habitual y las ráfagas brutales le dan enviones que peligran hacerlo caer. Finalmente llega a la parte iluminada. La cortina de hilos plateados que lo envuelve lo enceguece más que la negrura de hace un rato. Por fin, solamente le restan unos cuantos minutos para llegar a la seguridad de su cuarto. Acaba de llegar, lo escuché recién cerrar la puerta. Ahora estará cambiándose la ropa mojada y luego va a venir al comedor, como si tuviera todos los derechos, a comerse un plato de sopa que no ha ganado, ya se lo he dicho a su padre, pintar no sirve de nada, pero ese viejo terco no entiende, toda la vida ha sobreprotegido a sus hijos, a todos, y más a este, quién sabe por qué, a lo mejor porque lo siente más débil, mentira, no es débil, se hace, para que lo amparen, ya se acostumbró a andar inspirando lástima, ahí está la comida, sobre la estufa. Con mala gana me señala la olla, como si me hiciera una limosna ¡vieja de mierda! la ocurrencia de mi padre de volver a casarse y con esta bruja, me odia, siempre me ha odiado, de qué le sirve irse a golpear el pecho todos los días al templo y gritar amén a los sermones del pastor y colgar en sus paredes estos carteles ridículos, sí, gracias. Se sienta frente al plato de sopa tibia; no se atreve a calentarlo, Ernestina ya le dijo el otro día que si quería comer caliente que llegara a tiempo, que el gas no lo regalan(...)"


Cómprala en Amazon, o en pdf escribiendo al +56 949878925



viernes, 13 de diciembre de 2024

Profundos arenales 


Maravillosos recuerdos, junto a Enrique Olmos. Profundos arenales. En casa de la cultura Francisco Bernal. Septiembre del 2015.





Compra el libro en Amazon, o el pdf escribiendo al WhatsApp: +56 949878925

martes, 10 de diciembre de 2024

El crujido de las hojas.

Jacqueline Sellan Bodin

(NOVELA)





I. El salón de otoño.

"Ocre difuminado a ras de las cumbres, grises opacos en el cielo. Una amenaza de tormenta húmeda y densa impregna el paisaje. Con la punta de la espátula raspa un poco el excedente de pintura. Debajo de las nubes marengo, el crepúsculo tiembla como una burbuja a punto de estallar. El tiempo de agacharse a recoger sus cosas y la oscuridad se ha desparramado sobre los campos. A tientas, con el brazo extendido para mantener la tela apartada de su cuerpo, con el caballete en la otra mano y la mochila con los tubos de óleo a la espalda, vuelve lo más a prisa posible, mientras las primeras gotas del aguacero le empapan la ropa harto delgada para la estación. Su escuálida bufanda roja le aprisiona el cuello intentando mitigar el cierzo helado que ha bajado junto con la noche, aunque no lo logra. Es un aire tozudo, que se inmiscuye entre las costuras disjuntas, atraviesa los agujeros del tejido, y lo hace tiritar mientras intenta apurar el paso sorteando los matorrales y las charcas de la nubada anterior. Un perro husmea y ladra. Al final del baldío, las luces de las ventanas asomadas a las casas de la nueva población, alzan un faro tembloroso en medio del chubasco que ya se ha soltado y lo empapa copiosamente. El agua chorrea por su pelo y le enturbia la vista. Intenta correr; el bastidor se lo impide; es más grande de lo habitual y las ráfagas brutales le dan enviones que peligran hacerlo caer. Finalmente llega a la parte iluminada. La cortina de hilos plateados que lo envuelve lo enceguece más que la negrura de hace un rato. Por fin, solamente le restan unos cuantos minutos para llegar a la seguridad de su cuarto. "(fragmento)


Presentación de "El crujido de las hojas" en Casa de cultura Francisco Bernal, de Zitácuaro. Sábado 13 de julio 2004.





 

 

Puré de arvejas

(Cuentos)

Ventanas vacías.

Un día evocaré las tranquilas horas y las frescas paredes cubiertas de guirnaldas, adornadas, esperando la fiesta.

Y mi pensamiento recorrerá el caminillo de grava, las avenidas sembradas de rosales, el granado en flor, las amarillas guayabas, el jarrón de nochebuenas, los maceteros con sus verdes huéspedes plantados uno a uno con amor y paciencia.

Sobre esa larga mesa de la terraza techada, el mantel blanco de encajes esperará, bajo los platos floreados y los relucientes vasos, el momento solemne de la cena.

El ponche, servido con grandes cucharones, llenará las copas, y el fuego, en la chimenea, arderá para combatir el sutil frescor de Diciembre.

Los invitados aguardarán sentados en el salón, charlando, y los nietos, aquellos que me quedan, corretearán por las escaleras  apoyando sus frentes tersas contra los cristales, espiando la llegada de las sombras.

Pero ya no queda nada de mi casa sino la forma oscura contra el muro del cielo, a contraluz, y con las ventanas muertas.

Pasos extraños resuenan en los cuartos entregados al desorden y al olvido.

A los hijos los cría el amor.

Luego el rencor los dispersa, como a hojas que en otoño desperdiga el viento arrastrándolas por oscuros lodazales, sin que pueda el tronco, anclado a sus raíces, traerlas de regreso.

 Jacqueline Sellan Bodin.


Encuentra el libro en Amazon, o en pdf escribiendo al WhatsApp: 

+56 949878925


viernes, 6 de diciembre de 2024

Martes 3 de diciembre, 202

en la presentación del poemario

"Un día cuando nací" 

de Nelly Salas


Ahí está Nelly leyendo sus poeemas.






Hasta hubo una canción de Schwenke y Nilo


 







Acá con Jhonny Winkler
(Yo no estaba borracha, la expresión de beoda 
es porque estaba incubando un resfriado marca diablo.)


¡Una hermosa lectura, Nelly, y un momento inolvidable!







miércoles, 4 de diciembre de 2024

 





"Durante el día, el agua lo empapa y gotea por su rostro como un llanto que nada estanca. Cada madrugada, esas manos misteriosas le quitan la ropa mojada, le ponen un uniforme seco, recién planchado, y lo vuelven a dejar acodado al balcón, bajo la lluvia.

Me oprime el corazón ver ese muñeco, casi un niño, condenado al frío glacial de las noches, a los tétricos amaneceres invernales o a los implacables calores del medio-día de verano, mirando invariablemente hacia el Este, día tras día, para cumplir el rito de una enfermiza memoria."(framento)

Mariposas Feroces