La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

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martes, 10 de diciembre de 2024

 

 

Puré de arvejas

(Cuentos)

Ventanas vacías.

Un día evocaré las tranquilas horas y las frescas paredes cubiertas de guirnaldas, adornadas, esperando la fiesta.

Y mi pensamiento recorrerá el caminillo de grava, las avenidas sembradas de rosales, el granado en flor, las amarillas guayabas, el jarrón de nochebuenas, los maceteros con sus verdes huéspedes plantados uno a uno con amor y paciencia.

Sobre esa larga mesa de la terraza techada, el mantel blanco de encajes esperará, bajo los platos floreados y los relucientes vasos, el momento solemne de la cena.

El ponche, servido con grandes cucharones, llenará las copas, y el fuego, en la chimenea, arderá para combatir el sutil frescor de Diciembre.

Los invitados aguardarán sentados en el salón, charlando, y los nietos, aquellos que me quedan, corretearán por las escaleras  apoyando sus frentes tersas contra los cristales, espiando la llegada de las sombras.

Pero ya no queda nada de mi casa sino la forma oscura contra el muro del cielo, a contraluz, y con las ventanas muertas.

Pasos extraños resuenan en los cuartos entregados al desorden y al olvido.

A los hijos los cría el amor.

Luego el rencor los dispersa, como a hojas que en otoño desperdiga el viento arrastrándolas por oscuros lodazales, sin que pueda el tronco, anclado a sus raíces, traerlas de regreso.

 Jacqueline Sellan Bodin.


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