Navidad.
Confieso,
que quise que te trajeran a casa ese día,
porque quería tenerte, rumoroso y
verde
y pincharte en un tarro lleno de tierra
como un raro insecto disecado.
Confieso,
que mientras te llenaba de coloridos
e innecesarios galardones,
me sentí más fuerte que tu áspera corteza,
más grande que el viento que arrulló tus ramas,
más alta que la noche que ayer te cobijara.
Luego, llenaste la casa entera de aromas.
Y entonces, me sentí pequeña, pequeña,
como dentro de un nido.
1978, Valdivia
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