XV
ese astro
sin órbita atrapado al follaje,
esa única
y múltiple estrella de bronce sin pulir,
esa piel
rugosa de sapo comestible,
esa
naranja madura cuelga de la rama
como un
ahorcado a quien la muerte sentara bien.
En su esqueleto
de alegre color
la flor se
ha transformado en jugo
sediento
de ser bebido.
Quitándose
los azahares,
la novia
vegetal ha dado a luz
un
cargamento de huevos acuosos.
En la
quietud de la mañana,
mientras
las hojas hacen adiós a la luna
que viste
su vuelo lechoso
con los
primeros azules del alba,
ellas se
aferran, inmóviles, cavilosas,
a una
misteriosa noche interior
que
deshace el cuchillo que las abre,
transformándola
en luz azucarada,
mientras
sangran su primoroso amor
en las
copas del desayuno cotidiano.
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