El olivo
En esa silla se ha vuelto a sentar.
Hace una eternidad, le parece, su existencia no
tiene otro objeto que el de sentarse bajo el techo verde del olivo a contemplar
la invariable carretera y su afluencia monótona de coches.
Como una mosca atrapada en una tela de araña, se
mueve, intranquilo.
Desde que se jubiló, no ha hecho otra cosa que
venir a sentarse en esa silla de plástico blanca, incongruente en medio del
paisaje campestre.
Ya ha cumplido. Ha trabajado toda su vida, ya
debiera sentirse tranquilo.
Sin embargo algo le inquieta, inexplicable pero
muy presente, algo a lo que no le sabría poner palabras. Una sensación. Un
vacío.
Le parece que su vida ha acabado, que en realidad
ya está muerto, - aunque no podría recordar bajo qué circunstancias - y que es
sólo su pensamiento el que se sienta bajo el árbol centenario a contemplar el
polvo que levantan los autos al pasar, los días de duro sol.
Desde la carretera el joven que va al volante
mira con asombro la silla vacía.
Por un momento, una fracción de segundos, le
había parecido ver a un anciano sentado allí, bajo la verde enramada del olivo.
De Ausencias. Jacqueline Sellan Bodin.
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