Los ojos de Aquello.
Jacqueline Sellan Bodin
I.
Se alisa el
cuello de piel de zorro.
Seguro que no es ni
zorro, más parece de liebre esa cuestión, o ratón, sí, piel de guarén, como si
no supiéramos todos de donde viene, si yo la conocí del tiempo en que su madre
vendía sopaipas en la calle para llenar el puchero cuando la dejó el marido,
claro que la iba a dejar, todos lo sabíamos, si estaba más flaca que un palo de
escoba, una escoba parecía, pero patas pa’rriba, un greñero de estopa, tieso – y
rubio a fuerza de agua oxigenada – aunque la cara de india no se la despintaba
con nada, y de cuerpo, nada, puro hueso, un esqueleto era, que con tanto chiquillo
como paría, uno por año – parecía coneja
– como no iba a estar acabada, y qué gusto le iba a encontrar un hombre a una
escoba, así le dije yo a la Filo, si es normal que se juera con la mocosa esa,
que salía todas las tardes con su delantal del colegio amarrado a la cintura
con las mangas, una cría de liceo, unos diecisiete tendría a todo dar, le jue
bien fácil llevárselo a una pieza que estuvieron arrendando, por acá arriba,
cerca de la Corvi, una casa vieja que ya la derrumbaron, pero en ese tiempo
arrendaban piezas, cuando se puso tan difícil todo durante la dictadura, el
señor se quedó sin trabajo, que era profe de la universidad, que dicen que era
medio rogelio, así que lo echaron y ya no pudo encontrar trabajo, la señora era
enfermera, y quién sabe qué tuvo que hacer pa’ que la dejen trabajar, que dicen
que el jefe del hospital era un viejo verde; por eso no se murieron de hambre, pero
tuvieron que empezar a rentar piezas, que esa tremenda casona era muy cara de
mantener. Si en pura luz ¡cuánto pagarían! Ahí es que se jueron a vivir, casi en la misma cara de su mujer y su chorrera de
hijos. Como siete tenían. Todos menores de diez y ella era la mayor de las
niñas, la Cipriana; si no la voy a conocer; andaba a pata pelá, que no ven que
en esos años los zapatos costaban caro, si no cualquiera tenía, y todos
mocosientos y llenos de piojos. Después se sacó esa beca y estudió pa’ maestra,
que era la carrera más barata. Y durante años ayudó a criar a sus hermanos
menores, pa’ que se eduquen también, si hasta eso hay que reconocerle, que se
portó bien con su familia. Y en ese tiempo los maestros primarios tenían un
sueldo de mierda. Así que ella se jue pal sur, que allí pagaban el doble, y a
los pocos años ya hasta coche tenía. No más se volvió pa’ Valdivia – que parece que la nostalgia del río la tiraba
– y sacó a su madre de la casucha de beneficencia donde vivía y la llevó con
ella a Huacho-Copihue.
Y entonces se encontró a ese fulano que viene de Argentina, dicen que se dedica al contrabando, yo qué sé, ni me importa, yo no vivo de lo que hacen o no hacen los demás, que hagan lo que quieran, total, si no me quiere saludar, que no me salude, no más que no se olvide que yo la conocí cuando andaba a pata pelá, que no venga conmigo a hacerse la levantá de raja. (fragmento)
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