La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

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jueves, 10 de octubre de 2024

 



 

La gota blanca 

(cuento)

 

 

I

 

La mano que me recogió cuando me caí del nido es la misma que trata de darme esta cosa blanca que no conozco. Es líquida. Se desliza por mi lengua. No es mala. Para ser sincero, es muy buena. Esa mano pertenece a un ser muy grande. Nunca había visto un ser tan grande. En realidad nunca lo veo entero, veo pedazos: su mano, su ojo, su pelo. Ahora es su mano con una brizna de pasto y esa gota blanca. Mis padres nunca me habían dado algo así. Aunque de todos modos los echo de menos.

 

II

 

Hace ya dos puestas de sol que este ser me alimenta. A veces con esa gota blanca, a veces con unos pedacitos también blancos. Hace sonidos: “Come tu pancito”. No puedo repetirlos. Echo de menos a mis padres y a mis hermanitos, aunque ya no tanto como la primera vez. La comida que me da es muy rica. Ya me acostumbré a ella, y casi no me dan miedo ni su tamaño ni los sonidos raros y diferentes que hace.

 

III

 

Hoy me puso sobre su dedo y me hizo saltar sobre la mesa. “Vuela, vuela”.  Creo que ese canto significa que debo mover las alas. Las muevo desordenadamente. A veces  logro moverlas en forma coordinada y entonces el aire me sostiene. Es una sensación maravillosa, de libertad, de fuerza. Es algo nuevo y a la vez me parece tan conocido.

 

IV

 

Hoy el aire me sostuvo y me llevó consigo muy arriba, hasta el hombro de ese ser, donde me pude posar y acariciarle la cara con mi cabeza. “Vuela, hermoso, vuela” me dice, y me lleva entre sus manos abiertas hasta el árbol grande, ese donde estaba mi nido. Pero ya mis padres se han ido y mis hermanitos con ellos. Me eleva hasta una rama y me deposita en ella. “Vuela, precioso, vuela”. Abro mis alas y esta vez el viento me alza hasta tocar el cielo, y todo es tan hermoso que canto desde mi corazón, desde el centro de mis plumas. Vuelo, vuelo por sobre su cabeza, miro desde arriba su sonrisa feliz y comprendo. ¡Adiós! le grito y me alejo bailando en medio de las nubes. Y a pesar de la alegría que siento, sé que a veces echaré de menos sus manos, su canto y esas gotas blancas que me alimentaron hasta que pude volar.

Jacqueline Sellan Bodin.


"La gota blanca" aparece en la antología de cuentos y relatos de autores latinoamericanos, publicada por Alan Eduardo Carrillo Cenicero en el 2024. 




 

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