LA CUSCUTA
Jacqueline Sellan Bodin
"Si
bien Pedro Adán no nació del barro sino de la podredumbre que ya se adueñaba
del cuerpo de su madre, pasó a través de la enfermedad sin contagiarse y es
posible que el hecho de haber bebido la sangre materna lo haya hecho más
fuerte.
Los niños que vivían apiñados en el antiguo
estacionamiento lo aceptaron tácitamente como jefe, (quizás porque traía en su
aspecto un aire de ferocidad y de dureza de la que ellos carecían).
Una
tarde los guio en una expedición de reconocimiento del lugar, de las tantas que
hacían, buscando entre las ruinas algo que les sirviera de alimento.
El
hambre tiene buen olfato, y hasta él llegaron las emanaciones del festín que se
celebraba a unas cuantas cuadras de distancia.
Con
su nuevo séquito tras sus talones, recorrió el dédalo de cascajos hasta la
pulida superficie del supermercado que había resistido los terremotos sucesivos
y los asaltos inhábiles de los niños.
Ahora,
por lo visto, tenía nuevos dueños.
Unos adultos
que parecían sanos aunque quizás llevaban la enfermedad de otra manera.
Se
quedaron de pie ante el enorme ventanal roto, mirando con desasosiego a esos
hombres y mujeres que se atiborraban de fideos a la parmesana.
Los
miraban con desconfianza, como si de otra raza se tratara.
Y tal
vez era así.
La
raza de los adultos era verdaderamente otra." (fragmento)
No hay comentarios:
Publicar un comentario