La manada de renos se recorta contra el
atardecer rosa pálido de este cielo invernal. Un invierno que casi me parece un
verano, en comparación con los de mi tierra; un atardecer similar al color de
la fachada de la casa.
Alzando sus enrevesadas cornamentas, tratan de
subir al firmamento llevando consigo el trineo cargado de paquetes coloridos,
primorosamente envueltos, aunque el Santa Klaus, demasiado rotundo, parece
impedir que emprendan el vuelo.
De colores vistosos, iluminados con pequeñas
luces LED, me choca su modernidad de
plástico.
Contrasta con el frontis del edificio de la
presidencia, todo en rosas y grises claros, con sus antiquísimas piedras de
cantera y su balcón de fierro forjado.
El reflejo cóncavo, novela.
Jacqueline Sellan Bodin

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