V
A veces
sueño que floto sobre tus aguas
como
antaño.
¿Cuánto
hace de eso?
¿Cuánto,
que no me lanzo mar adentro
como si me lanzara
al vacío?
Escapaba
del sol,
ese otro
gigante,
confundiéndome
en la aglomeración
de peces
que te surcan,
desplegando
los brazos
en un
líquido vuelo,
y tu verde
frescor me devolvía a la tierra.
A veces
sueño tus aguas, todavía.
Son sueños
bellos,
de los que
surjo renovada,
lavada de
la vida,
vacía y
liviana,
con un
ritmo en el corazón,
de océano.
Largos
sueños en los que todo se cumple.
La
oscuridad y la luz, gemelas y hostiles,
se deshacen
en tus aguas,
y sólo
existe la fluidez ligera
que combate
la gravedad y me eleva al rango de
pájaro.
En algún
punto de la vigilia me espero,
separado el
espíritu de esta materia
que se
resiste a lo etéreo,
girando en
el vértice de tus olas,
más
cercanas a la atmósfera que al agua.
En algún
punto de la vigilia te deshaces,
o tal vez
sólo entras a una de tus fases: la de no
ser.
Todo el
arsenal de la vida me despierta:
las voces
de transeúntes mañaneros,
los roncos
motores, el tráfago,
la guerra
sucia de la sobrevivencia,
y emerjo de
ti
_liviana y
vacía_
añorando
las alas,
recurso de
las aves
para
escapar del fango.
Del libro " Profundos arenales".
Jacqueline Sellan Bodin
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