La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

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domingo, 10 de noviembre de 2024

 




V

 

 

 

A veces sueño que floto sobre tus aguas

como antaño.

¿Cuánto hace de eso?

¿Cuánto, que no me lanzo mar adentro

como si me lanzara al vacío?

Escapaba del sol,

ese otro gigante,

confundiéndome en la aglomeración

de peces que te surcan,

desplegando los brazos

en un líquido vuelo,

y tu verde frescor me devolvía a la tierra.

A veces sueño tus aguas, todavía.

Son sueños bellos,

de los que surjo renovada,

lavada de la vida,

vacía y liviana,

con un ritmo en el corazón,

de océano.

Largos sueños en los que todo se cumple.

La oscuridad y la luz, gemelas y hostiles,

se deshacen en tus aguas,

y sólo existe la fluidez ligera

que combate la gravedad y me eleva al rango de

pájaro.

 

En algún punto de la vigilia me espero,

separado el espíritu de esta materia

que se resiste a lo etéreo,

girando en el vértice de tus olas,

más cercanas a la atmósfera que al agua.

En algún punto de la vigilia te deshaces,

o tal vez sólo entras a una de tus fases: la de no

ser.

Todo el arsenal de la vida me despierta:

las voces de transeúntes mañaneros,

los roncos motores, el tráfago,

la guerra sucia de la sobrevivencia,

y emerjo de ti

_liviana y vacía_

añorando las alas,

recurso de las aves

para escapar del fango.



Del libro " Profundos arenales".

Jacqueline Sellan Bodin

 

 

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