I
Miro el
mar,
_o el mar
me mira_,
ya no sé
bien.
Tal vez yo
soy el mar y no me reconocen
esas barcas
lejanas de tristes velas plegadas,
y las
huellas que sueño en la arena
no son las
mías
sino las de
alguien
que se me
asemeja,
alguien que
desafía la ira desmedida del mar,
mi propia
ira,
_tal vez la
más profunda_
y ese pareo
ceñido que el viento anuda
en torno a
un cuerpo que ya no es mío
sólo imita
el recuerdo
de un
encuentro imposible.
¿Dónde
quedó la delicia de ser niña
y correr
sobre la playa sin fronteras?
¿Dónde, el
ingenuo pasatiempo
de saltar
de roca en roca,
de vuelo en
vuelo,
de ola en
ola?
Duermen en
mi regazo
las
inquietas palabras
de una
nostalgia intensa.
Las
amarillas manzanas
de mis
pesadillas,
se hunden
en aguas
cada vez
más profundas.
Bajan a
jugar con los peces
unas
gaviotas,
_azules, en
la tarde_,
y toda la
playa tiembla
bajo el
viento del sur.
Del libro "Profundos arenales"
Jacqueline Sellan Bodin
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