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Oóh, mucho cússto – la voz de la Walquiria se parece bastante al gluglú de
un pavo.
Sale rasposa, gargantosa.
Incluso ella misma tiene un cierto parecido con uno de esos animalitos: la
cabeza pequeña que se bambolea al extremo del cuello largo y colorado, los
pómulos enrojecidos, los círculos alrededor de los ojos, (artificiales, claro
está, teñidos con sombra morada).
La Walquiria – ya nadie recuerda su nombre – se acerca a los cuadros para
observar milimétricamente las pinceladas, se aleja para ver el efecto final,
redondea los labios en unos incontenibles oh interiores.
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