La palabra escrita nos sitúa en la eternidad.

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jueves, 28 de noviembre de 2024



(novela)

La rueda ardiente se detiene en el centro del cielo y flagela la playa. El presuroso verano pasa como una exhalación y siempre vuelve la lluvia con su eterna grisalla y su frío ancestral y enfermizo.

Y luego llega septiembre. Tal parece que mi vida hubiera sido una sucesión de septiembres.

Desde los primeros días, cuando los brotes minúsculos verdean a ras de los troncos, un extraño anhelo me levanta por las mañanas, una expectación de mágicas esperanzas me acompaña. Huelo el aire y me parece limpio, otro, y miro las alturas de luz y me parecen renovadas. Pero a medida que el mes se va adentrando en sí mismo, una congoja deshace mis días y todo vuelve a ser zozobra y tristeza.

Quizás siempre espero que regresen esos otros septiembres, los antiguos, esos que veían pasar por sus cielos el éxodo del frío, los que elevaban la infancia en alas de cometas, en los que brotaba la adolescencia de pelo largo y pantalones parchados a la par que los renuevos de las ramas, ese septiembre ahogado en sangre y adrenalina, en horror y pesadilla, cuando despertamos en el infierno.

Ese edén perdido, era para mí, septiembre. (fragmento)


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