"Blanca, al principio, sentía las palmas de
las manos húmedas cuando se sentaban en el pequeño escarabajo de Catherine y
esperaban, desde temprano, la partida de Rogelio para el trabajo, y, luego de
unos minutos para darle un poco de ventaja, enfilaban la calle tras él. Poco a poco,
al cabo de los días, dejó de sentir temor. No era igual dar vuelta los papeles.
Habían pasado 7 años. Ya no era la niña confiada y temerosa. Y, sobre todo, ya
no era la víctima acechada sino el cazador tras su presa. Eso cambiaba mucho
las cosas. Catherine tenía razón."