El vidrio empañado
En el primer roce de las sombras
sus labios murmuran el nombre amado por última vez. Luego llegan, arrebatando
su voluntad, las imágenes extrañas, las indeseadas, las incontrolables imágenes
que el sueño trae hasta ella para habitarla una noche más, una noche entre
todas las noches, idéntica a las demás, imágenes asoladas, solitarias, de
búsquedas infructuosas, imágenes donde la realidad se toma la revancha y vuelve
para hacerla revivir cosas que ella conscientemente ha abolido desde hace mucho
tiempo. Para evitarlo, Amalia bebe por las tardes café cargado y mantiene los
ojos abiertos y el corazón, para ese amigo que lo habita, el innombrable,
oculto, clandestino amante que llega a hurtadillas a sus sueños de vigilia. (Fragmento).
Jacqueline Sellan Bodin
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